martes, 29 de septiembre de 2009

con depre...

Estaba tan deprimido ese día que no me bañé y no comí casi nada. En la noche, con ganas de que el día terminara, salí fuera de mi casa, y me senté en la vereda a fumar un cigarro. Los niños jugaban en la calle y me daba envidia su alegría y su falta de responsabilidades, tanto así que el ruido de sus patines contra el pavimento y sus risas me molestaban. No se cuánto tiempo estuve ahí ni cuantos cigarros me fumé, pero debió haber sido harto, ya me estaba dando frío y los niños ya estaban en sus casas, ahora la calle estaba vacía, escasamente iluminada con esa luz naranja de los postes y a veces pasaba un auto. De repente se me acercó un perro, un quiltro feo, chico, de esos que normalmente pateo cuando se me acercan mucho, pero este llegó moviendo la cola, tímido, listo para salir corriendo, buscando un poco de amistad o de comida o de abrigo. Me cayó bien, noté que estaba tan solo como yo, así que le di comida fría de ayer y estaba feliz el perro. Entablamos una amistad de inmediato pero ya me estaba dando sueño y estaba cagao de frío y me fui a acostar. A la mañana siguiente, desperté con el perro, al salir a comprar una cerveza dejé al perro en la calle y se fue.

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